Bailando juntos - Reseña crítica - Joan Garriga Bacardi
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Bailando juntos - reseña crítica

Bailando juntos Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Sexo y relaciones

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788423357475

Editorial: Planeta

Reseña crítica

La relación de pareja es una danza y conviene articularla con acierto. 

En este libro, comprenderemos el papel que juegan las relaciones en nuestra vida, analizando el lado más oscuro del amor, la presencia de fantasmas del pasado, los amores desiguales, la pérdida de un hijo y los problemas de comunicación.

Más que ayudar a pensar y a entender, Joan Garriga da las claves para trabajar con uno mismo y ganar capacidad de amor, verdad, paz y libertad.

El foco de investigación de “Bailando juntos” profundiza en la pregunta: ¿cómo se articula una danza de a dos? ¡Empecemos!

Lo visible y lo invisible

En el ámbito de la pareja, y en las relaciones en general, percibimos lo visible: la comunicación, los gestos, las palabras plenas o vacías, secas o sentimentales, lo verbal y lo no verbal.

Lo visible, sin embargo, puede estar confeccionado con severas incongruencias, lo que conlleva un inevitable tormento para las personas, las parejas y las familias. Esto es así porque debajo de la superficie visible hay un mundo que se nutre de emociones ancladas en el pasado.

Son icebergs de deseo o de rabia, sufrimiento, magmas de amores y pasiones infantiles, traumas y condicionamientos familiares que aún bullen y dirigen la forma en la que nos comunicamos y nos relacionamos con otras personas: la parte invisible.

Lo malo no es tener ambas partes, el problema surge cuando no se es consciente de cómo se va creando una danza relacional en donde se activan y se intercambian dichas posiciones.

Como dicen algunos estudiosos de la comunicación, lo importante no es solo el mensaje que mandamos, ni siquiera la intención que lo dirige, sino el efecto que al final causa en el receptor. Se pasa de ser la víctima a ser el agresor, se activan miedos que a su vez nos llevan al victimismo y así a una espiral interminable.

Lo ideal sería generar danzas favorecedoras y positivas en nuestras relaciones: te sonrío y te reconozco, y, si realmente elijo estar contigo, te acepto tal y como eres, y no te someto a un juicio constante.

Todo esto tiene mucho que ver con nuestro pasado, nuestra historia personal, nuestro guión de vida y nuestros viejos aprendizajes afectivos. Para ser conscientes de esto, debemos conocer cada vez mejor cómo funcionamos y cómo nos sabotean nuestros automatismos.

Sobre el amor

El amor es, sin lugar a dudas y con todos sus matices, una de las palabras clave sobre la que se estructura nuestra existencia, nuestra cultura e incluso nuestros más profundos anhelos espirituales.

Sin embargo, la palabra amor nos remite a un territorio impreciso, lleno de dudas y sensaciones ambiguas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? O, aún mejor: ¿cuáles de nuestras experiencias internas merecen ser ubicadas en el territorio del amor?

Cuando hablamos de amor, solemos hacerlo en un sentido personal: nos referimos a sentimientos o sensaciones corporales que nos sacuden, abren puertas cerradas y alumbran una dimensión distinta de la vida donde podemos encontrar un amplio registro de sabores y colores.

Pero el amor toma múltiples formas y engloba incontables experiencias personales. Estamos acostumbrados a amar más la imagen que construimos del otro que al otro en sí mismo, llámese pareja, hijos, padres, amigos e incluso a nuestra propia persona. Nos apegamos a imágenes de lo que creemos ser.

Y el amor no puede darse únicamente en función de si la otra persona cumple nuestras expectativas de perfección.

El amor real, profundo, nutritivo, es el resultado de un acto de maduración personal que solo en parte tiene que ver con el otro, y mucho más con nuestra propia capacidad de amar y de aprender a amar, haciendo crecer dentro de nosotros ese lugar que nos faculta para formar relaciones.

El amor no se aprende, porque es un regalo universal que viene en nuestro equipaje como seres humanos, es nuestro don y nuestra verdad.

Bailando juntos

La relación de pareja se puede experimentar como un camino grato, de desarrollo, creatividad y apertura a la vida, de encuentro e intimidad, de alegría y veracidad. Se pueden lograr coreografías de relación nutritivas cuando logramos enfrentar con una base sólida los momentos complicados y difíciles.

Ciertas personas, quizá más orientadas a la seguridad de lo conocido, se interesan por otras con características similares a las suyas, mientras que otros individuos más intrépidos e interesados en lo nuevo, se orientan hacia lo distinto o complementario.

El amor no tiene patria ni nacionalidad: cuando dos entran en el mismo baile, de algún modo son uno, y esto no significa que se desmaterializan con la confluencia gregaria, pero sí que en cierta manera, el amor profundo desecha la dualidad y convierte dos mundos en uno.

Dos que bailan juntos, más allá de su procedencia, son iguales en el amor. La igualdad de rango es precisamente uno de los aspectos más importantes para una relación sana.

Esta igualdad no significa ni mejor, ni peor, ni por encima, ni por debajo, sino uno junto al otro, estrictamente iguales y adultos. Cuando uno de los dos se quiere poner por encima o por debajo, se obtendrá la sensación de insuficiencia e infelicidad en la relación.

Bailar juntos significa tener la certeza de que podemos ser quienes somos en todo momento y que el otro también puede ser quien es, y que se puede vivir con ello. En pareja aprendemos, pues, a abrirnos a lo diferente, a respetar lo que nos resulta extraño, y es por tanto una escuela de crecimiento y motivación.

Comunicarse bien en vez de comunicarse mucho

La vida se inaugura con el diálogo y la conexión. Comunicamos con cada parte de nuestro cuerpo, pero la mejor forma de hacerlo es sabiendo escuchar nuestra verdad.

Verse y reconocerse a uno mismo en la propia verdad es una bendición, es lograr sabiduría y autoestima plena. Ver y reconocer al otro tal como es también es bendición y amor, y ser visto y reconocido por el otro más allá de las imágenes mentales que tiene de nosotros, no solo es bendición sino una rareza.

A menudo se dice que una pareja no funciona porque hay un déficit de comunicación, pero lo que falta es atreverse a ser lo que uno es en cada momento con el otro.

La comunicación entre dos personas no es solamente una conducta, no consiste solo en la voluntad de comunicarse.

El ser como se es y vivir de forma espontánea, ya es comunicación.

Lo que complica el proceso comunicativo es la dificultad que tenemos nosotros mismos para querernos, aceptarnos y encajar en todo lo que nos va sucediendo en cada momento. En realidad, no se carece de comunicación, hace falta amor propio.

La comunicación es, por tanto, un estado y una conducta o un acto. Depende de cada pareja cultivar ese estado, y encontrar momentos y espacios suficientes para mantenerlo vivo a través de aceptarse a uno mismo.

Sexualidad, fidelidad, lealtad

Algunos de los temas más delicados a tratar entre las parejas, por todo el abanico de temores y pasiones que despierta, son la sexualidad y la fidelidad sexual.

A diferencia de los sentimientos que surgen de manera espontánea, en general podemos gestionar nuestras conductas y elegirlas, incluidas las referidas a la sexualidad. Podemos elegir con quién tenemos sexo.

De todo lo que nos moviliza hacia una pareja, lo biológico y natural sería el deseo sexual, el impulso de ternura y conexión amorosa, el anhelo de formar parte y ahuyentar el aislamiento y, probablemente, el arrebatador instinto de sobrevivir.

El resto de los elementos que influyen en una pareja viene muy determinado por factores sociales, no por factores biológicos. Tratamos de que nuestra naturaleza no quede ahogada en nuestra forma de ser en pareja.

La fidelidad sexual es una construcción social ciertamente legítima y quizá necesaria, pero no parece un impulso espontáneo de la naturaleza humana, pues los humanos practican el sexo por mero placer y/o por fines reproductivos.

Nadie es absolutamente fiel, porque el pensamiento es libre y vuela, imagina, evoca, sueña y visualiza.

Lo importante es establecer pactos claros entre los miembros de la pareja acerca de la posible exclusividad y sobre los comportamientos aceptables, así como acerca de la forma de contextualizar y pactar la posibilidad de vivir experiencias sexuales o afectivas fuera del marco de la pareja.

La relación no da la felicidad en sí misma, cada pareja debe ser capaz de crear su propio modelo de vínculo. Para ello necesita escuchar profundamente y no experimentar la culpa de no encajar en el modelo imperante.

Energía de vida y energía de muerte

Estas dos energías titilan en nuestro interior, configurando una de las grandes polaridades, tensiones y dialécticas del viaje de nuestra vida.

Una pregunta clave para nuestro desarrollo es: ¿en qué modo energético vibramos con más asiduidad? ¿En energía de vida o en energía de muerte?

La energía de vida es luminosa y nutritiva: construye y genera. La energía de muerte no es mala ni terrible en sí misma, forma parte de la naturaleza y del infinito misterio de la existencia y la no existencia. Es la manifestación en este mundo de lo que está al otro lado de la frontera del ser.

Pero… ¿qué estimula cada una de estas energías?

En primer lugar, lo que estimula la energía de vida procede del estar en paz y en sintonía con nuestro pasado, así como de sentirse bien anclado a la historia familiar, tomando lo que fue posible con los padres tal como sucedió, es decir, mantener una conexión con la fuente de vida.

Generar energía de muerte supone exactamente lo contrario, no estar bien enraizado en el propio árbol genealógico, tener conflictos con los antepasados, culpas, heridas mal resueltas, ataduras o traumas.

También se contribuye a esta energía cuando falta una red relacional rica, cuando no se cultiva el entorno, y cuando no hay objetivos ni cosas en qué ocuparse.

Cuando aceptamos los tránsitos emocionales necesarios en cada momento para estar en paz con lo que sucede, podemos cambiar de una energía de muerte a una energía de vida, rindiéndonos a la realidad y asumiéndola con dignidad y respeto.

La aceptación real trae transformación y, en última instancia, una gran sabiduría.

Los tres grandes ámbitos para abordar la relación de pareja

Hay tres ámbitos de heridas y asuntos pendientes no resueltos hacia los que se dirige el trabajo terapéutico, con el propósito de integrarlos y encararlos:

  1. El universo infantil, con su dependencia, su vulnerabilidad y sus grandes pasiones que fraguan diversos modos de apegarse a una relación.
  2. El universo de las heridas adultas, de las que, para bien o para mal, ya no se debería culpar a nadie, pues ya no hay refugio en la excusa de la inocencia infantil y toca asumir la responsabilidad de los actos.
  3. Los asuntos que parecen más lejanos e invisibles, pero que se encuentran en el trasfondo de muchos comportamientos y actitudes que abarcan todo aquello que sucedió en el sistema familiar. Tanto en forma de potencias como de pérdidas y aflicciones, en especial lo que concierne a la vida afectiva y amorosa de los ancestros.

Lo traumático, lo difícil, lo angustioso, sucede mayoritariamente en el cuerpo, en la fisiología, en la alquimia entre la neurología y los aprendizajes personales.

Los elementos que gobiernan y rigen al individuo no son los pensamientos, sino la pulsión de estar en el cuerpo.

Todo aquello que ha sido pasado por alto, que no ha sido asumido, que no ha podido ser vivido, llega a plasmarse y expresarse en algún momento de la vida.

En definitiva, los asuntos pendientes no son únicamente personales, sino transgeneracionales. Es necesario analizarse cada día, entender el porqué de los actos para poder saldar esas cuentas pendientes incluso con uno mismo, y así poder amar con libertad, desde la realidad y no desde la idealización.

Si se está bien con uno mismo, se está bien y en sintonía con todo lo demás.

Notas finales

Para poder generar una coreografía nutritiva y saludable en todas las relaciones que se formen a lo largo de la vida, es necesario que ninguna de ellas hagan olvidar el foco esencial del viaje de la vida: conocerse a uno mismo, conocer la verdadera identidad.

Cuando se logra el conocimiento de lo que se es, podrá ser más fácil no mirar a las personas en función de lo que se cree que se necesita, ni de lo que la otra persona podría necesitar, sino a través de la esencia de cada uno.

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